/> El fallo de la justicia que huele a venganza – Moira Millán

Anoche me desvelé, cada tanto me sucede, sobre todo cuando las múltiples injusticias se agolpan en mis sueños. Como espectros fantasmales, personas que conozco gritan, inaudibles pidiendo ayuda, entonces me despierto exaltada y con angustia.

El largo viaje desde las ardientes yungas jujeñas, al frío de mi Puelmapu, Patagonia, me ha quitado la voz. Empezó con un pequeño dolor en mi garganta, un ronquido sonoro emergía de ella. Ahora es afonía total. Quizás, por eso busco la complicidad de mis lectores, para que me presten su voz y gritar muy fuerte en nombre de ella y de la injusticia que se está cometiendo.

La conocí hace algunos años en Capilla del Monte, cuando me instalé en San Marcos Sierras con la intención de escribir mi primera novela. Me la presentó una amiga, la sentí cálida, activa, madre de pequeñes niñes que corrían y saltaban a su alrededor. Al poco tiempo de mi retorno al sur, ella entró en una pesadilla de la que aún no puede salir. Descubrió que su ex pareja abusaba de una de sus hijitas, tal revelación fue un golpe desvastador. Buscó ayuda y justicia para su hija, pero, como millones de mujeres sabemos, la justicia para las mujeres pobres y racializadas es injusta. Desesperada se valió de la única herramienta con la que contaba: las redes sociales. Allí denunció al pedófilo, con nombre y apellido cobró identidad y rostro el causante de tanto dolor. Su madre y hermano vieron la publicación y sin consultar, enceguecidos de furia, atacaron al pedófilo, quemando parte de su cuerpo. Elles están presos por este acto, el pedófilo libre y ella fue condenada a prisión por un delito que no cometió.

La justicia cordobesa, conservadora, patriarcal, misógina, quiere aleccionarnos a todas, a millones de mujeres que usamos las redes sociales como herramienta de visibilidad y denuncia, para que paremos, para que callemos. La condena que cae sobre ella deja muy claro que lo que se juzga es el uso de las redes sociales como linchamiento social. Ahora bien, nada dicen estos jueces de la falta de acceso a la justicia que padecemos las mujeres, ni toma en cuenta que esta madre usó la única herramienta que tenía a mano para pedir ayuda: las redes sociales.

Anoche un poco antes de dormir me llamó una de mis hijas para decirme que ésta joven madre, que se encuentra en prisión domiciliaria, puede ser trasladada a la cárcel. Sus pequeñes hijes quedarían desamparados, su abuela está en la cárcel y su madre tendrá el mismo destino si nada hacemos para evitarlo. Su nombre es Flavia y no me está permitido decir más que eso. Ella nos necesita. Cuando era niña vi El expreso de media noche y, durante días, esa sensación aterradora de que, en algún lugar del mundo, la justicia era despótica y cruel me angustiaba. Luego crecí y me di cuenta de que aquí la justicia de este estado, no es muy diferente a la de los verdugos de aquella película. La libertad para Flavia debe ser clamada por todas, todes y todos. Nadie merece ser un experimento jurídico aleccionador. La injusticia patriarcal, apoltronada en los sillones judiciales, debe terminar. Ayúdenme con su voz a gritar ¡¡¡LIBERTAD PARA FLAVIA YA!!!

Moira Millán