/> REPORTAJE EN PRENSA LATINA por Maylín Vidal – Moira Millán

ESCÁNER: Pueblos originarios en Argentina, más de dos siglos.

Publicado originalmente en Prensa Latina. Ir a la publicación original.

Desde las inhumanas prácticas del chineo (violación en manada a niñas, mayormente entre ocho y 11 años), pasando por la discriminación y expoliación, la batalla contra la usurpación de las grandes transnacionales es uno de los muchos de los problemas que, dos siglos y medio después, padecen los pueblos autóctonos en esta nación austral.

Hablar de indígenas es poco habitual en la agenda periodística de un país que rara vez refleja la realidad profunda e invisibilizada de las etnias que habitan a lo largo de este territorio, donde se asentaron hace miles de años.

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De acuerdo con cifras actualizadas este año por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, existen mil 760 comunidades originarias en Argentina, pertenecientes a 39 pueblos, además de otras sin registrar.

En Catamarca, por ejemplo, hay asentadas 38 comunidades, mayoritariamente mapuches, tobas, kollas, guaraníes y atacamas; en Salta el 90 por ciento es wichí y el otro 10 por ciento chorotes.

Si nos vamos al centro sur del país, se pueden encontrar representantes de tehuelches, araucanos, quenaken, yamanes y onas, y en el centro los pilagás, mocovíes, matacos, chulupíes, chorotis y chiriguanos. Pero el pueblo mapuche es el más numeroso, seguido por el kolla.

Estas comunidades hoy luchan contra la falta de tierras, el incumplimiento de derechos, el extractivismo, la megaminería que pagan sobre sus cuerpos, situaciones ignoradas en la agenda de los legisladores que lidian por lograr votos y tener un asiento en el Congreso en noviembre.

MOIRA MILLÁN: UNA NUEVA MATRIZ CIVILIZATORIA

A sus 50 años Moira Millán, una mapuche en cuyo rostro lleva marcada las líneas de una vida dura, lidera desde el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, un proyecto que toma cuerpo desde los cuatro puntos cardinales de esta extensa Argentina y la lleva a recorrer los parajes más remotos, donde el día a día es muy diferente.

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Nacida en Puelmapu, en Chubut, en este 2021, en plena Covid-19 encabezó junto a sus hermanas una larga caravana contra el terricidio como crimen de lesa humanidad y lesa naturaleza, por la expoliación de las grandes empresas extractivistas.

Entiéndase el terricidio como el asesinato no sólo de los ecosistemas tangibles y de los pueblos que lo habitan, sino también de todas las fuerzas reguladoras la vida en la tierra.

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La marcha juntó en varias columnas a cientos de rostros femeninos de los pueblos originarios y terminó en Buenos Aires con una reunión con la ministra de Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, entre otros funcionarios. A ellos les mostraron parte de su realidad y llevaron también propuestas concretas.

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Contó Millán a Escáner que la situación de las naciones originarias en Argentina tiene diferentes abordajes para analizar, pero el tema principal en la agenda es precisamente el territorio, no solo el derecho a la tierra, sino la preservación de un modo de vida amenazado por las grandes transnacionales, en su mayoría norteamericanas.

El Movimiento que lidera busca gestar una nueva matriz civilizatoria para reconocer a los responsables del terricidio: estados nación-coloniales, empresas extractivistas y por supuesto los medios de comunicación hegemónicos generadores de miedo y desinformación.

Evidenció Millán el avance del latifundio en su natal Puelmapu, en los territorios mapuche de la Patagonia argentina, por parte de grandes empresarios millonarios que se asientan allí y quieren, dijo, un pedacito de paraíso.

“Estos territorios han sido resguardados durante miles de años por la nación mapuche y hoy muchas de estas comunidades que han podido sobrevivir a los distintos intentos de genocidio siguen en la zona, dando una lucha cuerpo a cuerpo contra el extractivismo”, apuntó.

Por otro lado, esta weychafe (guerrera) denunció también la situación sobre la concepción de la salud tradicional mapuche y de otros pueblos. No está prohibida, pero no hay un reconocimiento legislativo sobre estas prácticas, lo cual pone en riesgo la continuidad de estos saberes. “Aumenta violencia religiosa y se incita a perseguir a las mujeres que la practican”.

El otro tema preocupante, precisó, es el efecto del cambio climático en los pueblos originarios, fundamentalmente en la cotidianidad doméstica y en las mujeres que cada vez están más lejos de poder acceder al agua y dónde tener un territorio ambiental sano.

Esto, explicó, hace que tareas tan sencillas como ir a lavar las ropas o recoger agua para la comida implique un esfuerzo tremendo de caminar kilómetros y kilómetros.

A eso se añade la sequía prolongada, la erosión de los suelos, que provocan dificultades para sembrar la tierra, por lo tanto, una deficiencia alimentaria que es letal porque vemos cuántas mujeres entierran a sus hijos por desnutrición y muchas llevan en sus cuerpos enfermedades evitables.

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La falta de asistencia médica, el no uso de los saberes ancestrales y una deficiente alimentación impactan en sus cuerpos con enfermedades que terminan siendo letales, señaló.

Subrayó Millán además que no hay acceso a la justicia y ningún estamento del Estado respeta los derechos lingüísticos. Nuestras mujeres, dijo, sufren violación, violencia doméstica, no tienen un soporte en su territorio al cual acudir. “Es por ello que uno de nuestros reclamos desde el Movimiento es la necesidad de defensorías territoriales”.

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De Tucumán, la voz de Bartolina CASIMIRO

Desde su pueblo Diaguitas de Tafí del Valle, en la provincia de Tucumán, Bartolina Casimiro teje, mantiene una larga tradición de artesana. Al igual que Millán, forma parte del Movimiento de Mujeres Indígenas para el Buen Vivir.

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Manifestó vía telefónica que su nación transita tiempos difíciles. Hoy pelean, indicó, para que se prorrogue la Ley 26160, una iniciativa surgida en 2006 por necesidades de orden público ante la grave situación que vivían las comunidades indígenas como integrantes de la sociedad.

Esa ley que tenemos muy poco nos ampara porque los desalojos siguen en la provincia de Tucumán, reveló tras agregar que nadie los frena. Pero, añadió, “si no la tuviéramos sería doblemente peor”.

Desde su tierra, Casimiro indicó además el sufrimiento en carne propia de las mujeres por la falta de trabajo. “Es una realidad bastante cruda. Yo, por ejemplo, aprendí de mis ancestros, de mis abuelos, que hay que cuidar el territorio y nuestros saberes ancestrales”.

Casimiro transmite a través de su pequeño taller de costura, donde genera una cadena de valor, “pues del cuero y de la lana nos sostenemos como pueblo. Somos hijos de maestros artesanos, que nos inculcaron que con eso se sostiene una comunidad”.

Hilando prendas y ponchos, entre otros, de las pieles de ovejas, de llamas y otros animales, sostiene a la familia como se mantenía la economía de su casa cuando era niña. Por eso, indicó, es tan importante mirar la whipala (bandera que representa a los pueblos originarios de Sudamérica).

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El agua, la economía, la biodiversidad, todos los colores nos representan, manifestó. Con sus manos y las de sus hermanas, Casimiro continúa el tejido. Tejiendo sueños, le dije cuando me envió las imágenes para acompañar este Escáner. No, tejiendo la vida, respondió.

Rosario Hilario y su lucha desde Jujuy

En la norteña Jujuy conviven nueve comunidades indígenas. Desde la localidad de San Pedro, Rosario Hilario se comprometió con su comunidad en 2010 y desde entonces no cesa un segundo de alzar su voz contra la discriminación y por la lucha de las mujeres.

Nuestros tatarabuelos dejaron ese mensaje en el pueblo ava guaraní y ahora nos toca a nosotros llevar las banderas. Somos la quinta generación de esta comunidad, nacida y criada en Argentina, explicó a Escáner.

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Desde la localidad la Esperanza, en San Pedro, manifestó que se reunieron como familia y comunidad de nuevo. “En Jujuy se asentaron muchas de nuestras comunidades y comenzamos a salir adelante. Siempre le dijimos a mi padre que no podía tapar el sol con un dedo, somos descendientes guaraníes”.

De sus ocho hermanos, Rosario es la única que abraza la causa indígena: fue un sentimiento único cuando se reencontró con su cultura y eso es lo que trata de enseñarle a los jóvenes. Es hermoso cuando te reencuentras con tu identidad, te sientes orgullosa, subrayó.

“Seguimos en pie, mostrándonos antes las instituciones, en la sociedad, en la medicina. Cuando no te valoras, te absorbe el Estado y eso le pasa a muchos hermanos que callan, pierden su tradición por miedo a ser rechazados. Estamos orgullosos de ser indígenas”, recalcó esta ava guaraní, quien lamentó que exista muy poca asistencia a las comunidades originarias desde el Estado.

Al respecto, ponderó el rol del Movimiento de Mujeres Indígenas para el Buen Vivir, que presentó al Gobierno en abril último un proyecto en favor de las féminas de estas comunidades, pero aún esperan respuestas. Y destacó el papel de Moira Millán al frente de esta iniciativa.

Los problemas son diferentes en cada una de nuestras comunidades, pero nos unimos para avanzar juntas. Haber llegado a este movimiento fue muy importante para mí pues es una organización donde todas las hermanas de distintas etnias y naciones nos sentimos orgullosas, concluyó.